murió Miguel
de Unamuno,
hombre de
luz y de ley:
la ley de la
certidumbre
en apacentar
su grey,
que fue
grande en toda España
y en América
también,
tras sus
ojos buhoneros
y sus
andares de buey.
El fue al
que a Millán Astray,
militar
tuerto tapado,
le puso al
borde de un ay
cuando le
dijo: caray,
con qué
borde me he topado
en mi
Salamanca blanca
donde todo
guirigay
tiene la
garganta franca
para decir
“tate, fray”.
Y de allí
pasó a advertirle:
Más vale la
inteligencia
que tu
pistola aguachirle;
guárdatela,
mercachifle,
que aquí
reina la decencia
y abultamos
más presencia
que tus
moros alarifes.
En redor y
en consecuencia,
no nos
toques las narices.
Millán
aceptó el desplante,
se le demudó
el semblante…
y el Rector
acojonante
del mundo
universitario
acalló su
voz tronante
con un dicho
lapidario:
“Contra esto
y contra aquello”
siempre seré
doctrinario.
De este modo
fue Unamuno,
además de un
sutil tuno,
un excelso
predictor
de que
ningún dictador
sería número
uno
mientras él
fuera Rector.
Y aquí se
acaba la historia
de dos
hombres enfrentados
para
perpetua memoria:
al uno los
desdeñados.
al otro la
insigne gloria.
Dios nos
coja confesados
con el pavo
en pepitoria.
91 8470225
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