Me ha
invitado el embajador de Nicaragua
a que recite
“Azul”, del colosal Rubén,
y lo he
hecho como sé,
impostando
la voz
y
sintiéndome embrujado por el trópico Caribe.
Lucía mi
sombrero
como el del
indio universal
que,
paseando por Madrid,
escribía a
las muchachas
versos de
oro de amor,
y las nicas
me escuchaban
con el
corazón abierto
a la
ensoñación estremecida
de su
volcánico país.
Fue una
noche ardentísima
aunque la
nieve estaba afuera
mariposeando
sobre los
tejados de la Villa y Corte.
Sonaron los
aplausos,
se
estremecieron las paredes
y un par de
bailarinas
revolotearon
en el escenario.
Un bosque de
palabras armoniosas derramé.
Eran de él
las palabras rimadas,
pero les
añadí una glosa o letanía
de cosecha
propia
y la lengua
española diamantina
circunvaló
los continentes.
Luego me
quité el sombrero
y dejé que
cayeran en su cuenco
las palmas
todas
91 8470225
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