viernes, 15 de mayo de 2020

Oda heroica a las manos


Manos de hombre,
manos de mujer.
Las manos son
lo mejor que hay que tener
después de la cabeza
que las sepa extender
para tocar, acariciar
o recoger
aunque sea no más
que un letrado y pulido papel.
Manos para posar
una taza en un café,
manos para liar
un cigarrillo al bies.
manos para la cuchara
que nos da de comer,
manos para el tenedor
y el cuchillo también:
trinchar y cortar
la carne roja y el escamado pez.
Manos para repasar
la enmuchachada piel
o la arruga de la vieja
que en un tiempo anterior doncella fue.
Manos, manos, manos…
Que no nos falten, que
a nuestra disposición
siempre estén.
Manos arrulladoras
para el nene y la nena de un hogareño belén,
ellas las de una virgen madre
y ellas las de un padre trabajador San José.
Manos de médico
y manos de
profesor, farmacéutico
o yo qué sé qué.
Manos y más manos
multiplicadas por cien,
que aunque sean solo dos
nos hacen tanto bien.
Míralas, míralas
en un vaivén
del cuerpo al alma,
de la pluma al papel,
del sombrero a la capa,
de la cocina al dintel,
del frío al calor
y al teclado de internet.
Poner un dedo
ya es suponer
lo que vamos a enseñar
y lo que vamos a aprender.
Una mano en la cara
y un dedo en la sién
ya significan
lo que queremos darnos a entender.
Bastan las manos
para saber con quién
las enlazamos
y por qué.
Dadme manos a mí,
que muy gustoso las recibiré.
Y entre tanto trajín
y entre tanto ¿“cómo está usted”?,
seguiremos hablando
sin ningún paripé,
como es de cortesía
en los gentelman (pronúnciese men).
Manos, manos…
de unas a otras y siempre en pie,
que esa es otra cosa
que en cuenta habremos de tener,
por lo que distinta oda
les compondré después.
Vamos, vamos , vamos…
salúdense,
que con salud…
todo les irá bien.

918470225


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