este de Pérez Galdós
que a la derecha del dios
Cervantes sentado esté.
En el madrileño Edén
de los antiguos cafés
Comercial y Gran Gijón
su inteligencia afiló.
No hubo canario como él
ni semejante español
que luciera igual que el sol
en un nuevo amanecer.
Yo guardo -testigo fiel-
su abrecartas violador,
el que usara con primor
para rasgar el papel.
Benito Pérez Galdós,
cuerpo de cabo furriel,
fue sin duda un corredor
de la historia a flor de piel.
España le debe a él
-inquietante creador-
cien obras a cual mejor
más los filmes de Buñuel.
Mujeriego y solterón,
probó la hiel y la miel
de toda revolución
en batallas sin cuartel.
Goce por tanto el lector
de su altísimo nivel
cronista y novelador
y ríndasele después.
918470225
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