Veinte años
cumplí la
tarde
que empecé a
amarte:
veinte años
de engaños
sin arte ni
parte,
carallo.
Cuarenta
años
colmé
después:
la lucidez,
la madurez…
los
desengaños
también.
Sesenta
años.
Llegué al 69
con el pelo
de nieve,
y el sexo
dejé
tumbado hasta
más ver amanecer
tu sexo y el
mío,
corazón
partío
por última
vez
sin nadita que hacer:
sin gusto,
sin pena, sin placer,
sin apaños
ni daños
y sin ningún
otro porqué.
A por los ochenta
voy
a día de
hoy;
echadme la
cuenta,
que bien no
estoy.
Tendré en
los noventa
cara
cenicienta,
renqueante y
tembleante
y el duro
semblante
arrugado tal
vez.
Quizá los
cien
a mi alcance
no estén,
pero ¡ojalá!
que os los
cuente también.
Cierro ya el
poema.
De mí me doy
pena…,
del
mundo…¿qué sé?
Nunca
aprenderé.
Tal es mi
condena.
La tuya
¿cuál es?
Paralelos
somos
vosotros y
yo,
oh, oh, oh,
oh…
Amén, ay,
amén.
918470225
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