No guardo
más que ayeres,
flores
mustias marchitas,
recuerdos
enredados,
mariposas
claveteadas,
conversaciones
abolidas.
Ayer, ayer,
ayeres.
Aquel tímido
beso,
aquel
sensual abrazo,
aquel amigo
de la infancia,
aquella hoja
de fresno entre las hojas del misal,
aquella fina
espina del zarzal emboscado,
aquella
higuera madre del portal de la abuela,
aquel
lagarto inmóvil en la tapia,
aquella
sanguijuela.
Ayer, ayer,
ayeres.
El dedo
machacado en la campana —el dedo corazón—,
el ojo de
don Flores,
el ojo de
María,
el ojo del
Hermano Superior…
Ayer,
ayeres.
El amarillo
manuscrito
del primer
poema niño,
el armonio
de padre sonándome en el alma,
las manos de
Alejandra repartiendo el fijador sobre mi pelo,
la cesta de
cangrejos de Juanito,
el Duratón
corriendo,
el Cega
entre arenales y espadañas,
el Cerquilla
con ranas y culebras,
el ramo de
retamas en la misa del Domingo de Ramos.
Ayer, ayer,
ayeres.
El currusco
de pan que el cura daba al sacristán,
los
calcetines rotos,
la roña de
las piernas en invierno
con madre al
estropajo dándole, dándole,
el aro, la
peonza…
y un montón
de alfileres escondidos en la tierra redonda,
las chapas y
las tangas del chito coronado
con grises
perras gordas.
Ayer, ayeres.
El “prao”
Ancho en abril,
las
campanillas,
la parada
del Bizco
con Lurdes
de la mano,
el autobús
de línea sofocado a la entrada del pueblo
sobre el
puente Chiquito
junto al
transformador,
las
bombillas cansadas de dar lumbre,
el farol,
los candiles,
el camión de
castañas,
las naranjas
de Wasington,
la
bodiguera…
Ayer,
ayeres.
El Parque de
San Pedro, de Griñón,
la luna de
Granada en Sierra Elvira,
Veleta
amaneciendo,
Mirador de
Rolando, agua a caudales,
laguna verde
de las Siete Yeguas…
y Sevilla lloviendo.
Ayer,
ayeres.
De redacción
en redacción
por un
Madrid tostado
en el 68,
siglo XX,
tranvías en
la noche,
top-les en
las cafeterías,
Rosi Bule
bailando,
Santa
Cristina en el alero de la enseñanza de los ricos
y una
santanderina madrileña púber-preu
buscándome y
buscándome
para después
dejarme.
Ayer,
ayeres.
Mi enramada
librería,
mi casita en
Somosierra,
mi escuelita
de Braojos,
el perrito
Calcetines,
el perrucho
Blum, Blum, Blum,
el perrazo
Poldak fiel.
Ayer, ayer,
ayeres.
Fez, Tetuán,
Marraqués,
París,
Florencia, Roma,
Ámsterdan,
Brujas, Berlín,
Ródano,
Elba, Danubio,
Volga,
Tíber, Sena y Rin.
Y los Alpes
y Apeninos
y los Andes
y los Cárpatos,
los Urales y
los Atlas
y otros
montes recorridos a pie enjuto.
Recuerdos
del ayer, ayer, ayeres.
Méjico lindo
y querido,
Bolivia,
Uruguay, Brasil,
Paraguay,
Ceilán Hawai,
Java, Bali,
Singapur…
Nunca los
logré olvidar.
Tras el
trago de la vida
conmigo a
bordo se irán
sin retorno
a lo pasado nunca más.
No me poseo,
estoy sin
nada ya,
ya no hago
pie.
La muerte va
a ganarme la partida prontamente.
¿Quién fui?
¿Quién soy? ¿Y quién seré?
El cuerpo
deposito,
el alma
vuela y va
a regiones
etéreas
que nadie
sabe ni sabrá.
(Todo lo
dicho es
un somero
inventario
del ayer
transeúnte
y el amor
obstinado.
Caja de
resonancia son los versos —caja de plata—.
Aquí los
dejo para ti).
91 8470225
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