en la flor
de la edad:
Leo de
Aurora,
Nieto de
Amayas y Montoyas,
permanece,
¡ay!,
en aquellos
que oímos
su guitarra
templar y acordar.
En sus ojos
brillaba
una inmensa
bondad;
en sus manos
tensadas,
un corazón
de par en par.
¿Por qué se
ha ido
con los
ángeles a cantar?
¿Qué es lo
que le llamaba
a la
insondable eternidad?
Nieve y
ternura,
cuerda y
cristal
eran su
compostura
laboriosa y
germinal.
Ya no habita
entre nosotros,
ya no habita
en su guitarra sanguinal,
ya ha
callado para siempre.
Callar,
callar.
Allá donde
se impriman
los
pentagramas del soñar,
con don
Antonio el machadiano
nos lo iremos
a encontrar.
Duerme, Leo
de Aurora,
y déjanos
llorar, llorar, llorar.
Descansa,
amigo mío.
Descansa en
paz.
91 8470225
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