Acodado en un
texto enciclopédico
que dice mucho
y más que un breve artículo,
quiero exponeros,
cual dictamen médico,
-y sin caer
por él en el ridículo-
un pasquín
sonoroso y esproncédico
que os sirva
de ayuda y de vehículo
para raer de
este país caótico
todo asomo de
cánceres patriótico.
La de este
pueblo sociedad orgiástica
bien merece
el azote del plumífero,
la
descripción de su putrez fantástica,
la
prescripción letal de algún somnífero
y la advertencia netamente plástica
de que es
gorrón el catalán “mamífero”.
Puesto ya a
corregir males endémicos,
comenzaré
sin más por los sistémicos:
la siesta,
la pereza, el boom alcohólico,
la holganza,
el enchufismo, el temple táctico,
la
hipocresía ruin del fiel católico,
la falta de
sentido útil y práctico,
el solidario
afán sólo simbólico
y el
descuido del cuido profiláctico.
Estos son
los defectos más ridículos
que lleva el
español en los testículos.
Lejos de mí
su brava gente hímnica.
Lejos de mí su porte duro ascético.
Lejos de mí su
imitación o mímica .
Lejos de
mí su torpe don profético.
Lejos de mí
su extraversión domínica.
Lejos de mí
su ímpetu frenético.
Desprecio su
carácter, ay, despótico
y su incansable
proceder neurótico.
Abandone el
estatus hipercrítico.
Mire
adelante al tiempo que al pretérito.
Persiga al
minotauro ibero-mítico.
No hallará
en ello culpa ni demérito
sino
enganche real, hondo y granítico
debido a su
anterior título emérito.
Basta ya de
políticos hipócritas
fingiendo
ser templados y demócratas.
País que fue
de fábula esotérica
no debe de
quedar pobre y escuálido
sin una
Cataluña periférica
enfrentada
al poder de Rostro Pálido,
y pues que
dominó la tierra esférica,
tenga el valor
que tuvo, que aún es válido,
y esgrima
con destreza en Cataluña
el florete
impertérrito que empuña.
Visto a ojos
de azor alto y lumínico
y de
escritor satírico y metódico,
el panorama
se presenta clínico
y en
modo cirujano nada módico.
Pero habrá
que vencer al dragón cínico
con un
diálogo acorde en lo prosódico.
A ver si de
una vez ya los políticos
se manejan
en más que en jeroglíficos.
Concluyo y
digo sin empaque fálico
que el paciente
no aguanta tantos tópicos
y por eso se
ensaña en plan vandálico
desde España
hasta los calientes trópicos,
en los que
cunde un pavoroso pánico
que arrasará
los sueños más utópicos.
Soñar
soñamos que la lengua hispánica
se imponga
al fin a la actitud vesánica.
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