Una tarde de
verano,
custodia del
sol radiante,
se me fueron
deshilando
pensamientos
al desgaire.
Pesan menos
que un comino,
no contienen
pizca de arte,
pero suenan
como suenan
los
populares cantares.
Abro un
libro en papel blanco
al borde de
un río andante
y con el
ritmo del agua
los rimo en
los versos pares.
Son una
jaula de grillos
coriáceos e
irritantes
y tocan
todas las teclas
a las que el
pueblo da alcance:
muerte,
vida, amor y tiempo,
juegos,
trabajos y bailes,
penas,
alegrías, odios,
triunfos,
fracasos, maldades…
Vedlos prestos
reunidos
como en un
corro danzante,
y
aprenderlos de memoria
si es que de
verdad os placen.
Para eso los
compuse
de un tirón,
en una tarde
que la
custodia del sol
brillaba
entre los pinares.
Uno pongo
como ejemplo
por terminar
el romance
cuando un
año se ha pasado
y otro nuevo
nos renace:
“Triunfar es
ganar la gloria;
fracasar,
tentar la nada.
Gloria y
nada habitan juntas
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