la de
enseñar y dar todo de sí.
Érase un
hombre fiel y concordado
con su padre
feliz, pobre de mí.
Érase un
hombre por mí muy bien amado
aunque
durante un tiempo (corto) lo perdí.
Allá en la
adolescencia, descuidado,
se fue y sus
devaneos (interiores), ay, sufrí.
Volver a
verlo fuerte y desenvuelto
como rey de
su casa madrileña
me inspira
este soneto en miel envuelto.
Y es que el
que aprende y a la vez enseña
es maestro
de sí, y es lo que cuento,
cuando
cuarenta y cuatro diciembres cumple y sueña.
91 8470225
No hay comentarios:
Publicar un comentario