pide
llorando Patricia
la muerte de
su Gabriel
que ya pasó
a la otra orilla,
de la que no
volverá
a ser la
noticia prima
de la prensa
de papel
ni de la
tele tristísima.
Que no extienda
la rabia
cánida,
lupa, cainita…
donde los
abeles cándidos
Ana de los
putos celos,
Ana pública
mortífera
en la España
acogedora
que accedió
a salvar tu vida…
paga en
prisión tu extravío
de Burgos
hasta Almería,
y que este país
demuestre
que sí, que
existe justicia
para hembras
como tú
de
encarnadora malicia.
Rabia, no.
Perdón… tampoco.
Condena y
cadena aprisa.
a.sotopa@hotmail.com
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