Nunca se vive igual y nunca se actúa igual.
Todo es
móvil y resulta movible sin necesidad de tocarlo. Se mueve solo como el motor
principal que origina el movimiento de las altas esferas.
Todo cambia
y se genera o regenera nuevamente, y aunque aparece estrenarse es tan viejo como la eternidad.
Todo se va
al garete y vuelve distinto, como si fuera un desconocido.
Vivir para
ver mutar el mundo y sentirse mutar a uno mismo y a los demás.
Cambian las
cosas, cambian los vegetales y cambian los animales racionales e irracionales.
Pero cambiar
no es mejorar porque sí, sino normalmente –y parece contradictorio- degenerar.
Se cambia de
cabeza, de pelos, de brazos, de piernas, de pies y de corazón.
Cambian los
amores y los humores, las amistades y los odios, las costumbres y los caminos
que a ellas nos conducen y llevan en volandas.
Cambia la
gente en general y cambia cada uno en particular.
En el cambio
continuo reside la perpetuación de las especies.
Cambian las
relaciones, las emociones, las devociones y las reiteradas revoluciones.
Cambia el
clima, cambia el ambiente y cambian las circunstancias, los colores y los
calores y los fríos.
Un día no es
igual a otro ninguno, ni siquiera parecido.
Ni uno mismo
es hoy el que fue ayer o hace un minuto.
La sucesión
se sucede a sí misma y es perpetua solo ella.
Cambia la
piel y cambia la sustancia. Cambian los músculos, los nervios y los huesos.
Cambian los
pensamientos, que vuelan a la deriva de las situaciones inesperadas.
La donna e
móvile y el varón también, como son móviles los vientos, los ciclones y las
tempestades.
Cambian los
ríos y cambian los mares y mareas.
Cambian las
penas y las alegrías y cambian las canciones que las cantan y los versos que
las versan.
Las estancias
de hogaño no son nunca las de antaño, ni las músicas de ahora son las de antes,
a pesar de que sigan siendo músicas.
Todo para el
cambio, para que luego el cambio quede para nada.
La nada sí
que es resistente y persistente siendo lo que es: nada.
Todo es
nada, dijeron los poetas que en el mundo han sido y ya no son.
Ellos tampoco. O
sí, continúan siendo la nada en que nacieron y murieron.
Incluso el
cielo no es azul como parece (hermanos Argensola) ni lo es el Danubio en el que
yo navegué con un vino en la mano en Rumanía.
Mía, mía no
es ni mi vida, que me la prestaron por un tiempo fatalmente determinado.
Hasta los
dioses creadores cambian, y algunos rejuvenecen. ¡Milagro en estos días
irritantemente laicos!
No nos vamos
a bañar en el mismo río (Heráclito) ni seremos el mismo cuando nos volvamos a
bañar en sus aguas, ya distintas a las originales o primigenias.
91 8470225
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