¿Quién le dice al tiempo párate
con lo deprisa que corre?
Nadie. Nadie. Nadie. Nadie,
porque no nos ve ni oye.
Y nosotros ¿le escuchamos
el tictac de los relojes
con los que nos amonesta
años, meses, días, noches?
Pues tampoco, señoritos.
Desdeñamos sus reproches,
sus carcomas, sus llamadas
de atención y sus sermones.
Poderoso caballero,
el tiempo cabalga al trote
y no le detiene nada,
nada que al hombre le importe.
Naciones, ciudades, pueblos…
atraviesa y pone nombre,
pero no se queda quieto
ni en los muros ni en las torres.
Palacios y catedrales
le salen al paso, nobles,
y se los despacha el tiempo
como gotas de sudores,
como sombras faraónicas,
como plantas, como flores,
como insectos repentinos,
como sonantes redobles.
Párate, le dijo al Sol
-su lugarteniente enorme-
el poeta que ansiaba
vivir y morir de amores.
Pero el tiempo vuela solo
sobre planetas y soles,
y ahí sigue, igual que un pájaro
veloz entre los veloces.
Tiempo de vinos y rosas,
tiempo triste de dolores,
tiempo de rostros variables,
tiempo del sur y del norte…
pasa, pasa, caballero,
y déjanos en tu roce
la riqueza de la vida
hasta que llegue Caronte.
a.sotopa@hotmail.com
91 8470225
Cuando te leo, te escucho recirtarlo también. Un beso a mi Anita
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