El diálogo es de dos
o de uno
solo con su otro yo
según logró
enseñarnos
el divino
Platón
cuando en la
Grecia clásica
se desbocó
por
academias paseantes
cara al sol.
Nadie
dialoga ahora
como antes
se dialogó.
La juventud
airada
no es que no
tenga razón,
es que debe
compartirla
con el que
le precedió
para buscar
la verdad
en cualesquiera
ocasión.
Diálogo,
diálogo, diálogo
sin
enrocarse en el NO
y a las
bravas porque sí,
porque así
lo estimo yo
y
porque no hay mayor gracia
que estar de
acuerdo entre dos.
En la duda
existen formas
fuera de la
obcecación
en que uno
solo se obstina
por orgullo
o por temor.
Dicho en
castellano claro:
la estéril
separación
no le
conviene a ninguno
quede mejor
o peor.
Aprendan los
aprensivos
de una sola
dirección.
La verdad es
comprensiva,
la practicó
Salomón,
el rey sabio
que sabía
darles la
razón o no
a ambas
madres que pedían
apropiarse
de un mamón.
Todos
conocéis después
cómo ese
juicio acabó,
no partido
en dos mitades
sino
devuelto a su amor,
ay amor,
cuán bien nos haces
reconociendo
el error
de la madre
preterida
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