Para pintar a Jesús
en el Portal de Belén,
Bene Gómez –ten con ten-
llevó a cuestas una cruz.
-Toma, Niño, pues sabrás
que pronto en Jerusalén
te habrán de crucificar.
Esto dijo y se quedó
con los pinceles a mano,
y Dios, que era sobrehumano,
así le correspondió:
-Tú pinta, pinta, señora,
que aún no ha llegado la hora
de la crucificación.
¿Qué pintó Bene allí mismo,
rendida ante el Redentor
con sin igual paroxismo
de inspiración y de amor?
Pues a Dios en cueros vivos
para sus fieles cautivos.
¿Y habrá retrato mejor?
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