Aurelio Labajo,
plumilla a destajo,
a Belén se fue.
Quería escribir
en su sinvivir
con amor y fe.
Era Nochebuena
y la luna llena
le alumbró al correr
tras de un Niño hermoso,
divino y glorioso
que estaba al caer.
Y allí se quedó
y le contempló.
Serraba José
una cruz de cedro,
evohé requiebro
para su Bebé.
Y Santa María,
mamara quería,
mamara Yahveh.
Aurelio Labajo
solo dijo: “Majo,
mama de una vez”.
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