He vuelto a Silos. Sí. Solo y acompañado. Siempre hay que volver a esta ciudad monástica y turística, fuente de arte y espiritualidad, para cargar las pilas del alma.
Han sido
unos días de placer sosegado e intelectual. Allí, en Santo Domingo, debatimos
setenta profesores y escritores de todos los rincones de España los avatares
oscuros que se ciernen sobre el libro de papel, tan amenazado por la
competencia de las redes digitales. Pero solo se trata de eso, de una
competencia, no de una sustitución.
El
libro en papel pervivirá. Lo mismo que cohabitan la fotografía, el cine, el
teatro, los móviles, la radio y la televisión, como formas complementarias de
expresión y divulgación del saber, cohabitarán en buena y fértil avenencia los
ya viejos textos celulósicos con los nuevos avances técnicos de difusión y
comunicación. La humanidad es palabra hablada y escrita y eso va a seguir así
siempre, y cada vez con mayor extensión y profundidad.
Resulta
fabuloso el bagaje de conocimientos del hombre. Hay sitio para todos, y la
habitabilidad se extiende como un inmenso chicle por la faz de la tierra a base
de inventos y descubrimientos. Nunca tantos como ahora.
Pero
estábamos hablando de Silos, ese “huerto cerrado” siempre abierto a la contemplación
del homo viator, hombre caminante, y al
que el aluvión del turismo masificado también ha invadido, junto y en derredor
del ciprés gerardiano “surtidor de sombra y sueño, que acongoja al cielo con su
lanza”.
Nada más
placentero, y familiar incluso, que remontar y recorrer las calles suavemente
inclinadas y onduladas de esta ciudad levítica y conventual, en cuyo campo
crece el trigo y se extienden las vides. Todavía, por suerte, nadie se ha
atrevido a silenciar las campanas de las torres que marcan las horas de las
labores y devociones tradicionales. Y nadie ni nada distrae. Todo se ahonda.
¿Qué hacer?
Pasear, leer, escuchar el concierto de los pájaros o los conciertos
gregorianos; hojear la prensa, mirar las casas blasonadas, tomarse en las
terrazas un dorado verdejo… Yo qué sé. Lo que a usted/ustedes les apetezca en
las horas prima, tercia, sexta o nona.
Buen viaje.
Qué hacer en Silos? Disfrutar de todo, reirnos, aprender, hablar por los codos, meditar y Anita y yo tomar Verdejo...Hasta mañana!!!
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