“La soledad
del profesor de fondo”, novela autobiográfica, representa la trayectoria de
toda una vida profesional dedicada a la enseñanza y la educación, tanto en el
entorno rural como en el capitalino, y está enmarcada entre el franquismo más
duro y el libertinaje democrático de estos momentos controvertidos, siempre con
el reflejo de la sociedad evolutiva frente a frente. Ya lo dijo Baroja: “un
espejo en el camino es la novela”.
Hay en el
relato de ese espacio crónico y sentimental narración, descripción, pequeños
ensayos, largos diálogos, simpáticos teatrillos y monólogos interiores, porque
el género novelístico es un saco no roto en el que caben todos los demás. Todos
le valen al personaje protagonista, que es, sin duda, el autor, el alter ego,
para su causa redentorista sobre el magisterio, que hoy se halla en el coso de
arena movible de las discrepancias más dispares.
Ese
personaje -también agonista- se erige como un modelo angular a seguir e imitar.
El autor, travestido a más no poder, da rienda suelta a mil evocaciones
populares y pedagógicas, con un lenguaje fluido, directo, coloquial, tierno y
melancólico en suma, y es que la escuela ya no es lo que fue: un acotado
recinto de disciplina y exigencia por la excelencia, un aprendizaje lúdico y
festivo, un hogar de crecimiento espiritual y de respeto al profesor, al que
los padres confiaban el robustecimiento y enderezamiento de sus retoños de
carne y hueso en los años verdes y difíciles de la infancia, la adolescencia y
la juventud, según el veredicto de Luis Vives, nuestro humanista renacentista
español.
En “La
soledad del profesor de fondo” (Ediciones
Vitruvio, Madrid 2016) siempre se imponen, línea a línea, las
directrices y reflexiones del Maestro ante el despistado desbarajuste de los
claustros profesorales y los dictados políticos de los distintos ministerios
sucesivos: Logse, Lose, Lomce…, ¡paparruchas!
Por otra
parte, la novela se lee con gusto y curiosidad crecientes, ya que el lector se
siente identificado (o contrariado) por lo que se le expone a la pata la llana,
sin pelos en la pluma, y todo el mundo lo entiende y asume porque lo ha
experimentado en sus propias carnes iniciáticas.
Se trata,
pues, de ahormar, transformar y reformar costumbres y conciencias con vistas a
un mejoramiento cada vez más intenso y necesario. El triunfo –social, personal,
profesional- no se consigue por efecto
de la suerte, sino que la suerte sucede acompañada del trabajo y la constancia
que les ofrecen “la forja de la voluntad” y el buen sentido común, cada día
menos común, desgraciadamente.
Os espero con los brazos abiertos y la lengua afilada el 5
de octubre, a las 19,30 horas, en el nuevo edificio de la Biblioteca Pública de
Segovia, calle Los Procuradores de la Tierra, número 6. Presentará el escritor
Ignacio Sanz. Pedidos a Ediciones Vitruvio y a la venta en las librerías
segovianas. Y de antemano, gracias, paisanos.
918470225
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