Como al genial dramaturgo Enrique Jardiel Poncela –autor de Tres
corazones con freno y marcha atrás, ¿Hubo alguna vez once mil vírgenes?,
Usted tiene ojos de mujer fatal, Espérame en Siberia, vida mía, Como
están mejor las rubias es con patatas o Amor se escribe sin hache- se me
da mejor cultivar el verso que adecentar la prosa, aunque él haya sido
aplaudido más por lo segundo que lo primero, y a mí no sé si me
aplaudirá nunca nadie por uno o por otra, pero tampoco importa. Sólo sé -
como él mandó estampar en su epitafio- que para recibir grandes
elogios, hay que morirse pronto, y yo, sin embargo, aspiro a seguir vivo
por mucho tiempo. Al fin y al cabo, llamarse Apuleyo está para tal
causa, para los restos que me queden por entregar, en honor de ese
tocayo que recorrió la Magna Grecia desde su Mauritania natal para
escribir Ásinus aureus, el Asno de oro. Asno de oro me encantaría en
todo caso ser y como tal permanecer.
La
inspiración, en cualquier caso, se busca y se prepara, no hay que
sentarse a esperarla. Las musas griegas y latinas endiosadas por
voluntad popular, hace tiempo que fenecieron y se ausentaron de la
imaginación democrática a la llana, sin aristocracia alguna que brille
hoy en día. Así que a ser el que se es, y nada más. Con eso basta.
Tengo
a grande orgullo contar de momento con una pléyade de poetas aprendices
“fans” que imitan mi modo de componer y rimar. Pronto superarán a su
maestro, y eso es lo que les deseo y espero. La historia de la
literatura es una sucesión continua de creadores y admiradores, como yo
lo fui de otros: Boscán, Garcilaso, Lope, Fray Juan de la Cruz,
Calderón, Bécquer, Espronceda, Lorca, Rosalía y tantos más.
La
vida ¿es verso o es prosa? Las dos cosas: sublimidad de los cielos y
superficialidad de la tierra. Entre las dos nos disipamos. Si sirven
para algo…Tú tienes la palabra.
91 847 02 25
a.sotopa@hotmail.com
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