Bienvenidos
a Segovia
los lasallanos
habientes
que por La
Salle dais todo,
os cueste lo
que os cueste,
siguiendo a
Carlos Urdiales
allí donde
esté él presente,
como aquí,
donde su Aurora
sus firmes
pasos mantiene.
El alumno
pontificio
tanto sabe,
tanto invierte
en ponernos
a su lado
de buen guía
permanente,
que merece el
homenaje
de los que
somos sus fieles
desde el
Escolasticado
de los arcos
griñoneses
con
cristales para ver
y leer
libros simientes:
aquel Poema
del Cid,
aquel Berceo
ferviente,
aquel
Romancero Viejo,
aquel
golondrino Bécquer,
aquel
Gracián aforístico,
aquel Azorín
luciente,
claro como
el agua clara
del
manantial de una fuente,
cuyas frases
eran flechas
o surcos
llenos de mieses,
y aquel
Ortega y Gasset
y aquel
Machado docente
y aquel
Menéndez Pelayo
“martillo de
los herejes”,
y aquel Fray
Luis de León
de versos
salmanticenses,
y aquel
Balmes y aquel Diego,
Lorca o Juan
Ramón Jiménez
que nos
tuvieron en vilo
en tiempos
adolescentes.
En la tarde
del amor
vedle sabio,
hondo, ardiente
como a un
San Juan de la Cruz
tras el
Cordero celeste
por los
montes carmelitas
cantando suaves
motetes.
¿Dónde te
escondiste, Amado?,
repite, sin
abstenerse,
y el
gregoriano resuena
remezclado
con sus preces
recordándonos
la historia
de la
educación pendiente,
gracias a su
magisterio,
que no debe
de perderse.
En este día
de mayo
marianista y
floreciente,
salve sea en
la Fuencisla
desparramada
de verde,
después de
ver el Alcázar
con sus torres
renacientes,
la calle de
los turistas
francos,
chinos, japoneses…
el Parral
junto al Clamores
yéndose,
yéndose, yéndose,
la Judería y
el Corpus,
el acueducto
aquiescente,
la Santa
Cruz de la SEK
que hoy su
capilla pervierte
haciéndola
paraninfo
de incultos
actos solemnes,
y más y más
virguerías
del arte
sobresaliente
que domina la
ciudad
que visitó
el Arcipreste
buscando
fembras fermosas,
ay quién se
las encontrese!
Hoy, colegas
lasallanos,
Dios se nos
ha hecho presente,
vestido de
geografía
-su más
inconsútil veste-
para
celebrar la gloria
de
encontrarnos frente a frente
en un
concilio amistoso
que a otros
más se pareciese,
como el de
la Zaragoza
o la Málaga
caliente,
o la Sevilla
encantada
del
Guadalquivir por suerte
caminito de
la mar
coloreada de
peces.
Siendo como
sois discípulos
del Maestro
hasta la muerte,
profes más
altos seréis,
cosas más
altas veredes
en tanto
siga la estela
de estos
encuentros profeses.
¡Arriba los
corazones.
Arriba manos
y mentes.
Arriba los
hombres justos
con sus muy
justas mujeres:
Maribel,
Chelo y Aurora,
Clara, Ana,
Lola, Nieves,
y las demás
que no nombro
en gráficos
caracteres:
las que
apoyo firme y fiel
de sus
maridos lo fueren
en
cualesquiera ocasión
juntas como
un ramo verde.
Luego de
vuelta a Madrid
y a vuestros
propios quehaceres,
recordad que
mi Segovia
se os
entregó, qué inocente;
os trató
como a quien sois
doctos en
muchos saberes
y os dejó
una huella crónica
para volver
si quisiéredes
a esta real
villa y urbe
abierta por
sus paredes:
judíos,
moros, cristianos,
gratos en
reconocerse.
Me abstengo
de más deciros,
con lo dicho
es suficiente.
Ahora
levantad la copa
y gritad
conmigo fuerte:
¡Por la
Estrella de La Salle.
Por su
Capitán teniente.
Por la
Fuencisla y San Juan
labrados en
piedra agreste.
Por Teresa
la abadesa
abulense arborescente.
Por
nosotros, por España…
Por la
escuela… eternamente!
Dios nos
coja confesados
como a Él y
a nos conviene.
No he hecho
más que recordar
lo que a
todos es vidente:
que unidos
nos salvaremos,
que juntos
nadie nos puede.
Salud, profetas
del bien,
y hasta el
Congreso… que viene.
Buenas
tardes, buenas noches,
buenos pasos
consiguientes.
A Georgina
mi perdón
y a don
Diego igualamente
por no haber
sido cautivo
de su
música. Otras veces.
Y mañana Dios
dirá,
que mañana
¿quién la advierte?
Adiós con el
corazón.
918470225
No hay comentarios:
Publicar un comentario