Curiosa, vergonzosa, temerosa y envidiosa es la mujer
como más o no más se pueda ser.
Ya allá en el Paraíso
hizo de Adán lo que mal quiso:
la manzana morder
a instancias de Luzbel,
el ángel sublevado y encarnado
y a fuego condenado,
en serpiente de bífida lengua larga y cambiadiza piel.
Fue entonces Dios quien dijo,
el Dios amenazante de Israel
resplandeciente y fijo,
“parirás don dolor, Eva eternel”.
Hasta hoy que la ciencia
médica con paciencia,
tacto y prudencia
le abrevió de la culpa que le impuso Él,
nuestro siempre adorado, crucificado Enmanuel.
Culpa tendrá también el pobre Dios en el fracaso del Edén).
(Nota al pie:
ahora van y me cascan las feministas de FEMEN)
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