De las cuatro reglas,
la de la división
es la más practicada
por el pueblo español.
Dividen los políticos
sin ton ni son,
dividen los civiles
de dos en dos,
divide el licenciado,
divide el paletón,
divide Cataluña,
divide todo dios.
Y al que no divide,
porque es comprensor,
que le den por el c.
y adiós, adiós.
La verdad democrática
reside en el montón
de los desheredados
los lunes al sol,
predican los autores
de tan torpe operación.
-¿Qué piensa usted,
si es un señor
con la ley en la mano
de la Constitución?
-Que sí, que sí.
-Que no, que no.
Ya está muy clara
la división.
-Dividirse ¿por qué,
si el resultado es el menor?
-¡Ah, oh, eh,
qué sé yo!
-Pues ese es el problema:
la abstención
de encogerse de hombros
al por mayor,
cuando hay que compartir
porque es un don,
pero no dividir;
no, no a la partición.
Con todos los respetos,
pitagórico estoy.
De esta costumbre patria
publicano soy
y la denigro
por doquiera que voy.
Entre varias regiones,
amor, amor, amor,
y en el último caso…
confederación.
Dividir, dividir…
se acabó.
Es la más negativa
deconstrucción.
a.sotopa@hotmail.com
91 847 02 25
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